Os explico: imaginad el concepto fiesta en vuestra mente. Ahora borrad el alcohol, las drogas y la música. Pensad que empezaba a las diez de la mañana. Y, ¡ahí está! La fiesta consistía en comer chuches japonesas (no me quejo, que buenas están...) y (sí, no os asustéis) jugar al bingo (en el que gané unas gafas-pajita a las que pienso dar mucho uso cuando vuelva a España).
Podríais pensar que caí tan bajo de disfrazarme demasiado fresca, como la mayoría de las adolescentes, pero no (no considero disfraz a lo que pude conseguir con tres días de antelación, y además, teniendo prohibido enseñar el hombro y con el frío que hace, de fresca no tenía nada).
Aquí el concepto fiesta no tiene nada que ver con el de España (si eres menor de 20 años, claro).
De todas formas me lo pasé bien, puesto que no suelo salir mucho los findes y hacer algo que no sea quedarme en casa con la familia siempre anima, ¿no?
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